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sábado, 7 de abril de 2012

Origen y desarrollo de la psicología comunitaria


CAPITULO 1
Origen y desarrollo de la psicología comunitaria
Orígenes de la psicología comunitaria: los inicios
Durante los años sesenta y setenta del siglo XX se produce una serie de movimientos sociales
que difunden ideas políticas y económicas -entre ellas, la teoría de la dependencia- que van a
influir sobre los modos de hacer y de pensar en las ciencias sociales. En la psicología tales
ideas producen un vuelco hacia una concepción de la disciplina centrada en los grupos
sociales, en la sociedad y en los individuos que la integran -entendiendo al sujeto humano como
un ser activo, dinámico, constructor de su realidad-, así como en sus necesidades y
expectativas; hacia una concepción distinta de la salud y de la enfermedad y, sobre todo, del
modo de aproximarse a su consideración y tratamiento por los psicólogos. Al mismo tiempo, se
busca hacer una psicología cuyas respuestas se originen dentro de la disciplina.
Esta tendencia responde a un movimiento de las ciencias sociales y humanas que, en América
latina, a fines de los años cincuenta, había comenzado a producir una sociología comprometida,
militante, dirigida fundamentalmente a los oprimidos, a los menesterosos, en sociedades donde
la desigualdad, en lugar de desaparecer en virtud del desarrollo, se hacía cada vez más
extrema. A su vez, en el campo de la psicología, el énfasis en lo individual (aun dentro del
campo psicosocial), la visión del sujeto pasivo, receptor de acciones o productor de respuestas
dirigidas, predeterminadas, no generador de acción, difícilmente permitían hacer un aporte
efectivo a la solución de problemas urgentes de las sociedades en las cuales se la utilizaba. El
reto era enfrentar los problemas sociales de una realidad muy concreta: el subdesarrollo de
América latina y sus consecuencias sobre la conducta de individuos y grupos, la dependencia
de los países que integran la región y sus consecuencias psicosociales tanto sobre las
atribuciones de causalidad como sobre sus efectos en la acción; problemas concretos vistos
en su relación contextual y no como abstracciones de signo negativo, como quistes a extraer
para mantener sistemas aparentemente homeostáticos.
El comienzo en América latina
En América latina la psicología comunitaria nace a partir de la disconformidad con una
psicología social que se situaba, predominantemente, bajo el signo del individualismo y que
practicaba con riguroso cuidado la fragmentación, pero que no daba respuesta a los problemas
sociales. Puede decirse, entonces, que es una psicología que surge a partir del vacío provocado
por el carácter eminentemente subjetivista de la psicología social psicológica (Striker, 1983) y
por la perspectiva eminentemente macrosocial de otras disciplinas sociales volcadas hacia la
comunidad. Es también una psicología que mira críticamente, desde sus inicios, las
experiencias y prácticas psicológicas y el mundo en que surge y con cuyas circunstancias debe
lidiar.
Ambos eran profundamente insatisfactorios. La experiencia, porque estaba atada a un
paradigma que la condenaba a la distancia, a una manipulación de las circunstancias de
investigación y de aplicación, no sólo extractiva, sino además falsamente objetiva y neutral. De
alguna manera, debido a la fragmentación y al forzamiento de la definición de los sujetos dentro
de marcos predefinidos, las personas afectadas por un determinado problema quedaban mera
y el problema desaparecía, para reaparecer una y otra vez, con formas muy parecidas a las ya
conocidas, o con nuevas formas; o bien arropándose bajo el manto de un nuevo concepto o de
una nueva teoría, que le daba un nuevo nombre, una nueva interpretación. Así, el proceso de
búsqueda
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de conocimiento volvía a empezar, a la vez que la sensación de deja vil se hacía cada vez más
intensa. Mientras tanto, nada o muy poco parecía cambiar en esa "realidad" que se quería no
sólo estudiar, sino además transformar mediante la solución de los problemas identificados en
ella.
Al mirar hacia el mundo, hacia el entorno, se agudizaba igualmente su carácter insatisfactorio,
porque fueron justamente las condiciones de vida de grandes grupos de la población, su
sufrimiento, sus problemas y la necesidad urgente de intervenir en ellos para producir
soluciones y cambios los que generaron un tipo de presión que, surgida desde el ambiente,
desde lo que suele llamarse la "realidad", pasó a ser internalizada y reconstruida por los
psicólogos que hallábamos que la acción derivada de las formas tradicionales de aplicación de
la psicología era no sólo insuficiente, sino también tardía y muchas veces inocua, al limitarse al
mero diagnóstico y al producir intervenciones fuera de foco.
La separación entre ciencia y vida advertida por las ciencias sociales llevó a rescatar líneas de
pensamiento que nunca estuvieron silenciosas, pero cuyos aportes fueron muchas veces
hechos a un lado al calificárselos de "no científicos" o al no ajustarse a la tendencia dominante.
La fenomenología, las corrientes marxianas, muchas formas cualitativas de investigar,
comenzaron a ser revisadas y reivindicadas y es en ese clima de insatisfacción y de búsqueda
de alternativas en el cual se va a plantear la necesidad de producir una forma alternativa de
hacer psicología.
Paradigmas, explicaciones, teorías psicológicas vigentes aparecían como inadecuados,
incompletos, parciales. Las soluciones de ellos derivadas no alcanzaban sino a tratar el
malestar de unos pocos y a ignorar las dolencias de muchos. Se planteaba la necesidad de dar
respuesta inmediata a problemas reales, perentorios, cuyos efectos psicológicos sobre los
individuos no sólo los limitan y trastornan, sino que además los degradan y, aún peor, pasan a
generar elementos mantenedores de la situación problemática con una visión distinta:
diagnosticar en función de una globalidad, tener conciencia de la relación total en que ella se
presenta.
Así, en los años setenta, por fuerza de las condiciones sociales presentes en muchos de los
países latinoamericanos y de la poca capacidad que mostraba la psicología para responder a
los urgentes problemas que los aquejaban, comienza a desarrollarse una nueva práctica, que
va a exigir una redefinición tanto de los profesionales de la psicología, como de su objeto de
estudio e intervención. Tal situación mostraba una crisis de legitimidad y de significación
(Montero, 1994b) para la disciplina, particularmente sentida en el campo psicosocial.
Ese nuevo modo de hacer buscaba producir un modelo alternativo al modelo médico, que hace
prevalecer la condición enferma, anormal, de las comunidades con las cuales se trabaja. Por el
contrario, la propuesta que se hacía partía de los aspectos positivos y de los recursos de esas
comunidades, buscando su desarrollo y su fortalecimiento, y centrando en ellos el origen de la
acción. Los miembros de dichas comunidades dejaban de ser considerados como sujetos
pasivos (sujetados) de la actividad de los psicólogos, para ser vistos como actores sociales,
constructores de su realidad (Montero, 1982, 1984a). El énfasis estará en la comunidad y no en
el fortalecimiento de las instituciones. Y esto ocurre simultáneamente en diversos países de
América latina, si bien el primero en generar un ámbito académico y una instrucción sistemática
al respecto es Puerto Rico, que ya a mediados de la década del setenta contaba con un curso
de maestría y con un doctorado en Psicología Comunitaria (Rivera-Medina, Cintron y
Bauermeister, 1978; Rivera-Medina, 1992). En el caso puertorriqueño, su cercanía con los
Estados Unidos puede haberlo determinado como pionero, ya que también fue el primero en
enterarse de que la disciplina de tal nombre había sido creada diez años antes en los Estados
Unidos. Por otra parte, hay que decir que a la creación de esos cursos ayudó la vocación de
transformación social de quienes los fundaron. En otras naciones, la práctica de la psicología
comunitaria antecede a la denominación y a la generación de espacios académicos para su
estudio.
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La psicología comunitaria en la América anglosajona
No suele haber fechas exactas del surgimiento de formas de producción de conocimientos. Sin
embargo, el nacimiento de la psicología comunitaria en los Estados Unidos cuenta con el
equivalente de una "partida de nacimiento". En efecto, es bien conocido que en mayo de 1965,
en un congreso (Conference on the Education of Psychologists for Community Mental Health)
convocado por psicólogos sociales, clínicos y escolares en Swampscott, Massachusetts, se dio
inicio a esta rama de la psicología. Muchos de los psicólogos participantes han relatado luego el
clima de la discusión y los objetivos que allí se plantearon (Bennett, Anderson, Cooper, Hassol,
Klein y Rosenblum, 1966; Mann, 1978; Murrell, 1973; Heller y Monahan, 1977, entre otros).
En ese congreso se decidió generar un nuevo tipo de formación para los psicólogos que les
permitiese ejercer su práctica, así como desempeñar un nuevo rol en la comunidad. Detrás de
esta propuesta se encontraban el Movimiento de Salud Mental Comunitaria, la tendencia
desinstitucionalizadora en el tratamiento de las enfermedades mentales, el movimiento
sociopolítico de "Guerra a la Pobreza", programas de desarrollo y planificación urbanos la crítica
y la revisión de los programas de beneficencia social (Mann, 1978) y, un poco más atrás, la
defensa de los derechos civiles y el antisegregacionismo (Levme y Perkins, 1987). Entre los
problemas allí enfocados se incluían la sobrecarga de los lugares de tratamiento de enfermos y
su conversión en "depósitos" de seres humanos, la insatisfacción creciente con la psicoterapia
como único modo de intervención psicológica y la necesidad de considerar los aspectos
ambientales (Heller y Monahan, 1977).
A partir de esa reunión no sólo se generaron programas específicos para trabajar en la
comunidad, también se abrió un campo para el estudio y la reflexión sobre la nueva práctica que
ha sido sumamente fructífero, como lo muestran el surgimiento de corrientes de desarrollo
teórico práctico tales como la línea ecológico-transaccional; los muchos cursos y publicaciones
sobre el tema, la creación de una división especial (División 27) en la Asociación de Psicólogos
Estadounidenses (American Psychological Association) y la aparición de publicaciones
especializadas, como el American Journal of Community Psychology, el Journal of Community
Psychology, el Journal of Prevention and Intervention in the Community y, fuera de los Estados
Unidos, pero en el ámbito anglosajón, el Journal of Community and Social Psychology y, más
recientemente, Community, Work and Family.
Características iniciales de la psicología comunitaria desarrollada en América latina
Como hemos visto, el inicio de la psicología comunitaria se caracteriza en la mayoría de los
países latinoamericanos (a excepción de Puerto Rico) por definirse más como una práctica que
como una nueva rama de la psicología. Se hacía psicología comunitaria sin saberlo, al menos
durante la mayor parte de la década del setenta. No obstante, la ausencia de un nombre propio,
la carencia de un nicho académico y el no preocuparse de inmediato por obtener un
reconocimiento social no fueron obstáculos para que desde sus inicios desarrollase ciertas
características que la marcan. Algunos de esos rasgos se transformarán con el tiempo; otros
se acentuarán y se desarrollarán aún más, y otros tantos desaparecerán para dar lugar a
nuevas expresiones. Los aspectos que marcaron a la psicología comunitaria en sus inicios
(Montero, 1994b; 1994d) son:
1. La búsqueda de teorías, métodos y prácticas que permitiesen hacer una psicología que
contribuyese no sólo a estudiar, sino, principalmente, a aportar soluciones a los problemas
urgentes que afectaban a las sociedades latinoamericanas. En este sentido, se la plantea como
una de las posibles respuestas a la crisis de la psicología social.
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2. De lo anterior deriva otro rasgo característico: la redefinición de la psicología social, a la vez
que se va más allá del objeto de esa rama de la psicología.
3. La carencia de una definición. Las primeras definiciones producidas en América latina
aparecen a inicios de los ochenta (Montero, 1980; 1982).
4. Y debido a la ausencia de definición y a su orientación marcadamente psicosocial (Silva y
Undurraga, 1990; Chinkes, Lapalma y Nicenboim, 1991; Saforcada, 1992; Almeida, 1996),
también careció de un lugar académico y profesional propio hasta bien entrada la década del
ochenta. Ese nexo psicosocial va a ser la marca predominante, lo cual además se refleja en el
hecho de que muchas explicaciones teóricas provienen de la psicología social y muchos
recursos metodológicos han sido tomados de ella (así como de otras ciencias sociales, como
la sociología y la antropología).
5. Orientación hacia la transformación social (Escovar, 1977, 1980; Serrano García e Irizarry,
1979; Serrano-García, López y Rivera-Medina, 1992; Arango, 1992). El norte de esta rama de la
psicología es el cambio social, muchas veces definido en función de la noción de desarrollo
-redefinido ad hoc1 en el sentido de quitarle su carácter de avance hacia la prosperidad
económica, para ubicarlo dentro de los parámetros que para una comunidad significan mejor
calidad de vida, mayor satisfacción vital, más posibilidades de expresión y control sobre sus
circunstancias de vida-.
6. La certeza del carácter histórico de la psicología como ciencia, de la comunidad como grupo
social y del sujeto humano. Esto es, comprender que surgen y son parte de un espacio y de un
tiempo y se dan en relaciones construidas cada día, colectivamente, en procesos dialécticos de
mutua influencia.
7. La búsqueda de modelos teóricos y metodológicos que ayudasen a entender y explicar los
fenómenos con los cuales se trabajaba (véase supra). Y esto hizo que en sus inicios apelase a
muy diversas mentes, bien porque algunas suministraban descripciones conductuales certeras
y el modo de producirlas, bien porque otras aportaban categorías de análisis y explicaciones
socioeconómicas o políticas de largo alcance. Esta característica le aportó además una amplia
perspectiva multidisciplinaria, ya que ante las pocas respuestas y el corto alcance de las
mismas que presentaba la psicología, se acudió a campos tan variados como la educación
popular, la filosofía, la sociología y la antropología.
8. La concepción, desde el inicio muy clara, de que el llamado "sujeto de investigación" es una
persona no sujeta a la voluntad y los designios de quien investiga. Es alguien dinámico, activo,
que construye su realidad (Montero, 1982), actor social cuya voz forma parte de la polifonía de la
vida social y que al ser parte de la acción y de la investigación que se realizan con su
comunidad tiene derechos y tiene deberes que lo relacionan con ambas tareas.
9. La necesidad de redefinir el rol de los profesionales de la psicología social, que, debido a todo
lo anterior, no podía sostener una práctica marcada por una separación o distancia "antiséptica"
ni por una auto-definición basada en una "experticia" a la cual evidentemente le faltaba el
conocimiento de la comunidad producido desde ella (Montero, 1980, 1982; Perdomo, 1988).
Resumiendo, la psicología comunitaria nace de una práctica transformadora, enfrentada en
situación, que apela a una pluralidad de fuentes teóricas para intentar luego -a partir de la
revisión crítica de las mentes y la profundización en algunas, descartando otras y también
innovando- elaborar modelos teóricos propios que respondan a las realidades con las que se
trabaja, responsables a su vez del surgimiento de esta psicología. Asimismo, busca generar
una
1 Escovar (1977) definió el desarrollo en esa época como la capacidad de efectuar cambios en
el entorno.
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metodología basada en la acción y la participación, que sea una respuesta alternativa a los
modos convencionales de estudiar esos grupos sociales específicos que son las comunidades.
Se la planteó entonces como una psicología de la acción para la transformación, en la cual
investigadores y sujetos están del mismo lado en la relación de estudio, pues ambos forman
parte de la misma situación (Montero, 1984a). En el cuadro 1 se puede ver cómo el énfasis
puesto en los primeros años del desarrollo latinoamericano en la praxis y los modos de llevarla
a cabo se va luego equilibrando al surgir desarrollos teóricos de la reflexión sobre esa praxis. Es
interesante observar que esa producción teórica ha sido rápidamente naturalizada en el sentido
de haber sido aceptada, pero no reconocida, llegándose incluso a negarla o disminuirla. Quizás
ello se deba al hecho de que no ha recibido un nombre. No ha sido denominada y etiquetada a la
manera tradicional, por lo cual, al ser revisada superficialmente, no se advierte la discusión
conceptual y epistemológica que conlleva. Otra razón posible es una hipótesis: no se
acostumbra a reconocer, en nuestra parte del continente, la capacidad creativa y sus
productos; por lo tanto, se nos etiqueta y nos autoetiquetamos como ateóricos. Los datos
citados en el cuadro 1 (se incluyen sólo trabajos pioneros) muestran que las cosas son
diferentes y deberían ayudar a romper con los estereotipos debilitantes y negativos.
Cuadro 1
Momentos en el desarrollo de la psicología comunitaria en América latina
1955-1974
Aproximaciones de las ciencias sociales a las comunidades. Aplicaciones novedosas.
Introducción de formas de investigación-acción. Génesis de los conceptos de investigación
militante y de concientización: sociología, educación popular. (Fals Borda, 1959; 1978; Freiré,
1969, 1970).
1975-1979
Primeros productos en el campo de la psicología social latinoamericana. Aportes y desarrollo de
métodos participativos (Serrano-García e Irizarry, 1979; Sanguinetti, 1981; Montero, 1984a).
1980-1996
Descripciones de trabajos psicosociales comunitarios. Avances técnicos y metodológicos
(Wiesenfeld y Sánchez, 1996; Almeida, 1996; Olave y Zambrano, 1993).
1980-1997
Definición de la psicología social comunitaria y de su objeto. Construcción de un nuevo rol para
los psicólogos sociales. Introducción de principios orientadores (Montero, 1980). Influencia de la
teología de liberación (Santiago, Serrano-García y Perfecto, 1983; Quintal de Freitas, 1994;
Giuliani y WiesenfeId, 1997).
1981-1982
Desarrollo de técnicas para identificar necesidades (Martí-Costa y Serrano-García, 1983) y
discusión teórica sobre el concepto (Montero, 1991a).
1983-1984
Desarrollo teórico de las nociones de fortalecimientoy desideologización. Influencia de la
psicología de la liberación (Rappaport, Swift y Hess 1984; 1987a, 1987b; Serrano-García, 1984;
Martín-Baró, 1986; Montero, 2003b).
1985-1995
Análisis y reconceptualización de la noción de poder (Serrano-García y López, 1994).
1987-1992
Introducción del concepto de sentido de comunidad. Primeros modelos teóricos (Sarason,
1974; Serrano-García y 􀃈lvarez, 1992; Cronick, 1989; Giuliani, García y Wiesenfeld, 1994).
Desarrollo teórico de conceptos de concientización, naturalización, habituación, y otros afines
(Montero, 1991a, 1994c; Quintal de Freitas, 1996).
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1990-1993
Discusión y reflexión sobre el rol de la afectividad en los procesos comunitarios (Lañe y Sawaia,
1991; León y Montenegro, 1993).
1991-1994
Revisión crítica de los conceptos de comunidad. Redefinición de la influencia de las minorías.
Carácter político del trabajo comunitario (Lañe y Sawaia, 1991;Montero, 1994b, 1994d; 1998b).
1991-1997
Revisión de la investigación-acción participativa y de los conceptos de participación y
autogestión (Jiménez, 1994; Montero, 1994a, 1996a; Hernández, 1996a; León, Montenegro,
Ramdjan y Villarte, 1997; Sánchez, 1997; Santiago,Serrano-García y Perfecto, 1992).
1994-2004
Revisión del concepto de liderazgo y de sus procesos en la comunidad (Hernández, 1994;
Sánchez, 2001; Montero, 2003a, 2003b, 2004).
1993-2000
Bases epistemológicas (Moreno, 1993; Guareschi, 1996; Montero, 1997, 2000a, 2000b;
Wiesenfeld, 1997).
1995
Crítica de los conceptos de familiarización, compromiso, devolución sistemática (Lañe y
Sawaia, 1991; Goncalves de Freitas, 1995, 1997).
1996- 2000
Discusión crítica y definición del concepto de participación incluyendo a los participantes
(Hernández, 1996a; Montero, 1996a; Sánchez, 2000).
Nota: Se incluyen sólo los trabajos que introducen temas, conceptos o procesos.
Fases en el desarrollo de la psicología comunitaria
Como vemos, a partir de la década del setenta se comenzó a construir una forma de hacer
psicología. Primero con cierta cautela, en la medida en que era necesario aceptar que se hacía
algo diferente y que además había que bautizarlo y delimitarlo; al mismo tiempo empezaron a
romperse ciertas fronteras, a crearse nuevos métodos y técnicas partiendo de las formas
menos tradicionales de actuar e investigar, de explicar. Esto iba unido a la conciencia de que los
conceptos de los que nos servíamos muchas veces eran insuficientes e inadecuados, y, sobre
todo, a la aceptación de que estábamos ante situaciones novedosas sobre las cuales aún no
teníamos nociones claras. Pero luego, en la medida en que se avanzaba en la tarea de
construcción de un conocimiento a partir de experiencias vividas y de la reflexión sobre ellas, la
práctica genera "saber" y el "saber" produce nuevas prácticas a un ritmo que se va acelerando
en función de su propio crecimiento. Así, ya a comienzos de los años ochenta el método
aparece dibujado con bastante claridad. Y a mediados de esa década hace su entrada la teoría
a través de la generación de conceptos, de explicaciones e interpretaciones, y diez años
después nos encontramos inmersos en la problemática epistemológica, con la presencia de un
modelo poco relacionado con el paradigma dominante en el momento en que toda esta historia
comienza a gestarse. Un modelo construido por las psicólogas que desde hace casi treinta
años han venido trabajando ardua e impacientemente en seis frentes:
• Práctico-teórico: se ocupa de construir un cuerpo de conocimientos íntimamente relacionados,
cuyo contenido conforma el producto de una praxis que genera acción, modos de hacer y
explicaciones e interpretaciones sobre los mismos.
• Ontológico: define la naturaleza del sujeto cognoscente.
• Epistemológico: busca definir el carácter del conocimiento producido y el tipo de relación de
producción de ese conocimiento.
• Metodológico: hace aportes referentes al método a aplicar para producir el conocimiento.
• Ético: se dirige a definir la naturaleza de la relación entre investigadores-interventores y las
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personas que forman las comunidades, aquellas que en la investigación tradicional son
llamadas "sujetos", en tanto son objeto de conocimiento y acción, y cuyo carácter activo en la
producción del conocimiento es un aspecto fundamental para este modelo.
• Político: da lugar a la expresión de diferentes voces dentro del hacer y el conocer e incluye
aspectos tales como la autoría y la propiedad del conocimiento producido.
Se ha señalado que la psicología comunitaria se desarrolla casi simultáneamente (diez años de
diferencia separan las manifestaciones visibles en América latina de la fecha fundacional en los
Estados Unidos) y de manera paralela en el continente americano. Pero considerar que ese
desarrollo puede ser explicado desde un modelo o una interpretación únicos de los hechos sería
una gran simplificación y reducción del fenómeno. Por tal razón, haré una periodización por
fases o etapas o momentos, mostrando su presencia en ambas regiones. En el cuadro 2
aparecen en orden cronológico momentos que señalan la introducción de temas teóricos,
conceptuales y metodológicos en el desarrollo de la subdisciplina en América latina y los
Estados Unidos.

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